viernes, 5 de diciembre de 2008

Una relectura de los relatos envangélicos del Nacimiento


Conferencia de José Luis Sicre S.I. en el Centro Arrupe (Sevilla)


miércoles, 3 de diciembre de 2008

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Entrega de la Palabra



Iglesia de Portaceli

viernes, 21 de noviembre de 2008


ORACIÓN DEL P. ADOLFO NICOLÁS

(En el Encuentro sobre los “campos de refugiados” y entrega del cuadro de Constanza Guajardo-Fajardo)


Señor y Hermano nuestro, escucha nuestra humilde oración:

Aquí estamos, tus amigos, tus hermanos y hermanas, compañeros de camino de tus refugiados. Recordamos hoy a otro de tus amigos que gastó su vida buscando tu rostro: tu siervo Pedro Arrupe, “un fuego que enciende otros fuegos”. Eso fue lo que él nos enseñó; que tú amas ocultarte precisamente en aquellos lugares donde la increíble y más espontánea belleza de la humanidad ha sido negada.

La verdadera humanidad y la esencia de esta verdad no se venden en el la zona céntrica de nuestras ciudades, sino en los barrios pobres, abandonados en su miseria, en los campos de refugiados, en los rincones del mundo donde la gente sufre y se encuentra oprimida o excluida. Ahí es donde queremos encontrarte y redescubrir nuestros propios corazones. Esto hacemos, cuando llegamos a los linderos, al borde de lo que es humano; cuando descubrimos el centro, tu centro y nuestro centro.

Tus caminos no son nuestros caminos; tus formas de actuar no son las nuestras. Jesús, hermano nuestro y amigo, abre los ojos de nuestros corazones, de tal modo que aprendamos a buscar dónde estás realmente esperando y llamando nuestra atención. Ojalá, nunca pasemos de largo sin ofrecerte la sonrisa que necesitas. Ojalá, nunca pasemos de largo como si no existieses o fueras invisible en las calles principales de nuestra ciudad. Ojalá, nunca creamos que tú tienes menos derecho que nosotros a vivir y a disfrutar. Ojalá, descubramos en ti, extranjero, inmigrante, refugiado, o cualquiera que es de algún modo “diferente”, la humanidad que estamos siempre a punto de perder.

Como muchos de los refugiados, nuestros hermanos y hermanas, has tenido que dejar tu pueblo para nacer, dejar tu país para sobrevivir, ocultarte para eludir la mirada hostil de las autoridades, sufrir el total abandono en la cruz. En todo nuestro entorno, encontramos cientos de hermanos y hermanas que han sufrido y siguen sufriendo tales experiencias. Ellos pueden ayudarnos a comprenderte y a ver tu rostro de una nueva manera en los rasgos africanos, eslovenos, asiáticos, diferentes de los nuestros. Guíanos, Jesús, de “apariencia desagradable”, de tal forma que no perdamos esta gran oportunidad de encontrarte y de cambiar, al fin, nuestros corazones.

Jesús, hermano nuestro, cambia nuestra manera de mirar y sentir hacia nuestros vecinos. Ojalá no digamos nunca más “¡Qué pena!”, “¡Que horrible!”, cuando oigamos estos hechos. Ojalá, te veamos en estos acontecimientos y sintamos en nuestros corazones, “”Jesús vivió así”. No estamos en un encuentro de pueblo marginado, pero tú, y en este encuentro, ayúdanos a renacer a una nueva humanidad. Amén.

viernes, 2 de mayo de 2008

Tirar la toalla en casa, en el colegio..

TIRAR LA TOALLA EN CASA, EN EL COLEGIO…


Aunque el boxeo esté un poco en entredicho, por aquello de la violencia, la expresión sigue estando en la boca de muchos y su significado sigue siendo el mismo: darse por vencido. Padres que ya no saben lo que hacer con sus hijos, maridos o mujeres que ya no tienen fuerzas para cambiar una situación, profesores que pasan de corregir las actitudes incorrectas de sus alumnos, encargados del orden que hacen la vista gorda, cuando el detenido sale por la otra puerta…

Vayamos por partes:
La condición cultural de la familia influye en la seguridad de criterios a la hora de educar. Se poseen conocimientos, estudios, interés en formar y transmitir a los hijos, no sólo dinero, sino también un status cultural. Se intenta que dominen el llamado “saber estar”. No creo que haya que aclarar que ser culto no es lo mismo que tener dinero, aunque éste puede ayudar, si se tiene interés en que los hijos se formen integralmente. Si no salen como pensaban, algo se ha cruzado en el camino: amistades, formas difíciles de ser, psicologías conflictivas, proclives al riesgo, a no pensar. Sabemos que la influencia de las amistades en determinadas edades puede destruir lo que se sembró en casa. La sociedad, a través del cine, las revistas, la tele presenta modelos de vida a los que hay que llegar, cueste lo que cueste. Cuanto menos formación, más posibilidades de ser manipulados.
ESTAR PREPARADOS
Muchos padres han abandonado, se han cansado de corregir, o nunca han corregido, salvo cuando los niños eran pequeños. No han dado criterios, porque ellos mismos no han sido un ejemplo, o porque no se sienten preparados para adaptar lo que aprendieron en materia de educación, de moral, de religiosidad, a los tiempos que corren. Puede más que ellos la sociedad, la ola de cambios. Es un sunami que barre todo lo que era inmutable, lo que era seguro, lo que daba resultado. “Yo ya no sé lo que hacer con mi hijo/a ”.
El nivel económico, que puede ser sencillo y humilde, si se corresponde con una estabilidad familiar, con un deseo de dar a los hijos lo mejor, da como resultado un ambiente de respeto, de natural educación.
El nivel cultural, moral, de responsabilidad familiar, salvo fracasos “no esperados”, es una base fundamental para mantener la guardia, para no tirar la toalla, en las circunstancias en las que la velocidad de los nuevos estilos de vida amenaza con llevarse por delante los criterios morales, los valores que son necesarios para que nuestra vida sea correcta, nuestra sociedad funcione con una seguridad mínimamente necesaria.
Dejar, abandonar, tirar la toalla, porque no se sabe, es comprensible, aunque peligroso, porque las consecuencias son funestas. Unos cuantos, en aras de la libertad, parecen abogar por la supresión de toda norma moral, de todo sacrificio personal o ascesis, cuya consecuencia es una sociedad dirigida por los instintos o los sentimientos. La recta razón del ser humano, se esconde avergonzada, esperando otros tiempos, si es que vienen. Hay que luchar para que sea la inteligencia, apoyada en criterios morales, en valores fundamentales (respeto, solidaridad..) la que dirija nuestra vida, desde el punto de vista “meramente civil”. Si se añaden los criterios cristianos profundos, nuestra sociedad, ademas de bien ordenada, será fraternalmente mejor.
El problema es que los que dictan las leyes, a veces, ni huelen a donde pueden llevar a la sociedad, quitando de en medio apoyos morales que ayudan al bien común. Prefieran salir triunfantes en sus ideas que en ponerse a pensar lo que pueden dejar detrás. ¿Quién es el gobierno de turno, autonómico o general, para dar los criterios morales con los que se debe regir una nación? Nadie les puede quitar a los padres ese derecho.
Ojala esos articulistas o políticos que predican lo “último, porque viste, por el afán de parecer modernos”, no decidan el sistema educativo, ni los criterios de funcionamiento de nuestra sociedad. Cuando ya no se pueda vivir, se lavarán las manos. A lo mejor ya están retirados en su castillo o chalet de urbanización de lujo y no les llega la porquería (con perdón).
Si tenemos en cuenta la inestabilidad familiar, según encuestas, tampoco es raro el desconcierto o abandono en la educación de los hijos o en su control. Dicen que de 200 matrimonios que se celebran al año, 100 se separan. ¿Con quien quedan los hijos? O, mejor dicho, ¿En qué situación quedan? Pueden, algunos, tener la suerte de vivir mejor después de la separación, pero la mayoría estarán entre dos aguas, aprovechando lo que les interesa, pero sin criterios sólidos…más bien lo contrario, con criterios inestables o volátiles.
Posiblemente sea coincidencia, pero los chicos y chicas que se acercan a los estudios superiores, vengan de la familia que vengan, suelen afirmar que sus padres se interesan, corrigen, orientan, pero, según la edad, les dejan libres. ¡Qué difícil es orientar en la actualidad sin meter la pata, comentan algunos padres, cuando se trata de orientar para un mundo futuro tan distinto!
LA EDAD Y EL PROBLEMA
La edad difícil, descontrolada, está entre los 13-16 años: Lo que aparece ante sus ojos en las movidas, en los concursos de dudosa moral, en las pandillas, es que no hay que poner freno a lo que se te apetece, porque entonces no eres libre o eres tonto. ¡Menuda consecuencia! Y no hablemos de la droga, que ese es un problema mayor. Se trata, simplemente, de los criterios diarios de andar por la vida: falta de respeto a sí mismos y a los demás, permisividad, desorientación, falta de criterios, no ver más allá de lo que están haciendo…
Si los padres no se siente preparados, están hartos, ven que no tienen fuerza moral para poner orden en sus hijos, lo normal es tirar la toalla. ¡Ojala se vayan de casa! No sé si hay encuestas que nos puedan decir la magnitud del problema. Lo que se cuenta, lo que se ve, es llamativo. La realidad ¿será, por suerte, menor?. Lo que han luchado los padres, lo que han sembrado, parece que se esfuma. No es totalmente cierto. El cuento de la señora que echaba semillas por la ventana del autobús (cuando tenían ventanas) vale, para animar: En primavera se llenaron de flores las orillas de la carretera, aunque ella nos la vio porque había fallecido. Pero se alegraron otros que cogieron el mismo autobús…
No sé si será justo generalizar, pero no se enseña a respetar a profesores y mayores. Les dejan libertad o por confianza, o por padres blandos. Lo dicen los propios chicos/as. Como te descuides te arrollan en las entradas, no te dicen unos buenos días o contestan de mala manera. Abundan, más de la cuentan, chicos/as “mal educados”, que no tienen miedo, ni le importan las consecuencias de sus actos. Incluso amenazan a sus padres con irse, cuando no les pegan…Es una situación, que a Dios gracia, se reduce a determinados ambientes sociales o determinadas situaciones familiares.
Según comentan los jóvenes, hay un contraste entre el ambiente de casa y el de fuera. A veces se tienen dos caras: una para casa y otra para los amigos. También se sufre un choque entre lo que se aprende en casa, lo que se ve en la calle y lo que percibo en el Colegio, ya sea desde los profesores, (que parece que viven en otro mundo), ya sea de lo que transmiten los compañeros.
En una encuesta hecha a alumnos de familia media (cultural y económica), la mayoría parece estar de acuerdo, que en su entorno, un 75% de los padres se preocupan, corrigen y dan normas. Que no se cumplan, ya pertenece a circunstancias especiales. Pero, si miran a su mundo, en general, ellos mismos constatan que la educación, el saber estar, el respeto, hay que buscarlo con lupa. Que les llama la atención encontrar poco menos que seres “extraños”, es decir, chicos o chicas con sentido de la educación.
En función de los tipos de familia podríamos tener más datos reales sobre extensión del problema. Un estudio de la Fundación Santa María habla de varios tipos de familia:
1.- La familia familista, endogámica. Es la familia modélica donde las responsabilidades de unos y otros están claras y están asumidas sin dificultad, en la que las relaciones de padres e hijos son buenas. Los padres valoran fuertemente tres valores finalistas: moralidad, buena formación y dinero. Modelo de familia “políticamente correcto”. Se encuadra a un 23,7% de las familias españolas. Los intereses nos confirman que se preocupan y no “pasan”. No tiran la toalla, pues tienen proyección de futuro para los hijos.
2.- La familia conflictiva: Se llevan mal entre sí, donde más conflictos se dan, por las drogas, por las cuestiones de orden sexual de los hijos, por las amistades de estos. Mala relación padre-hijos y comunicación casi nula, con valores radicalmente opuestos. Pertenece a este tipo un 15,0% de nuestra sociedad.
3.- Familia nominal: el modelo mayoritario. Las relaciones entre padres e hijos pueden calificarse de coexistencia pacífica… se comunican poco. Los padres están, en gran medida, cohibidos, desimplicados, sin que aborden con una mínima profundidad lo que requieren sus hijos. Es el tipo de familia en la que menos se habla de conflictos, básicamente porque ha decidido no enfrentarse, no enterarse de los conflictos, no porque no haya “motivos” para ello. En este aspecto, han tirado la toalla, han dimitido. Nada menos que un 42,9 % pertenece a este modelo.
4.- Familia adaptativa (18,4 %). Es el modelo de las nuevas familias. Hijos en libertad, con posible hogar propio, pero considerando el de sus padres también como el suyo hasta los treintas y tantos... Los padres pactan con los hijos las condiciones de convivencia, de roles, en continua revisión. Intentan acomodarse a los nuevos papeles del hombre y la mujer. Los padres son acompañantes “discretos” de sus hijos. También tienen problemas, pues los roles entre hijos y padres no siempre están claros. Son familias progres.
Como podemos observar, es difícil sacar conclusiones generales sin caer en el simplismo, pero, en relación a los tipos de sociedad que nos rodea, sí nos podemos hacer una idea de “cómo está el asunto”. No será matemáticamente exacto, pero…
Desde el Colegio, la visión cambia por completo según la zona en la que se encuentre y las edades. Aparecen en la prensa datos, casi diarios, de desaliento en el profesorado. Algunos reconocen que están pensando prejubilarse, aunque pierdan dinero. Porque ya son mayores para cambiar de empleo, que si pudieran…En esos ambientes donde prima la falta de respeto y educación, donde los padres “ayudan” con la desconfianza y la falta de apoyo al profesor, no me digan que no es “santo” quien no tira la toalla.
Habrá notado el lector que no he nombrado para nada la formación religiosa. Como el Estado diga que lo hagan exclusivamente los padres, pues sumen los tantos por cientos de los que hemos hablado y tenemos las consecuencias de futuro, también en este terreno.
Fernando Marrero S.I.
Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación

El valor de la palabra dada

EL VALOR DE LA PALABRA DADA

Cuentan los abuelos, - hasta ese tiempo hay que remontarse, - que los tratos en los negocios se hacían, dándose la mano. Si venía algún comprador posterior, que ofrecía más dinero por el objeto en venta, se le hacía desistir con un escueto: ya nos hemos dado la mano. Quien se saltaba este código, podía considerarse desprestigiado para siempre.
Ahora, en nuestra sociedad, exigimos, como lo más natural del mundo, un “certificado de garantía” de todo lo que adquirimos. “No te fíes, que te pueden engañar; ten cuidado, no te den gato por liebre; no pagues al contado, que luego se quitan de en medio, etc, etc”. Hay un montón de expresiones con las que te ponen en guardia para que no seas ingenuo, porque la tendencia social sería: “como no seas listo, te engañan”. Historias de constructores que se quitan de en medio… aparatos que se estropean al día siguiente de que venza la garantía y que no te cambian…Se cuenta, que hasta un autobús de obreros se lo “robaron” a una empresa a la que iban a trabajar, prometiéndoles que cobrarían más. ¿Quién no ha estado esperando días y días a que venga el instalador, que dijo: “esta tarde, sobre las 5 estaré ahí”?

Timos, estafas, engaños ha habido toda la vida. Algunos dicen, que ahora se saben y que antes se podían ocultar más fácilmente. Supongamos que en los aspectos comerciales haya mucha parte de razón, pero podríamos preguntarnos ¿Es que ya está admitido como sistema? El que quiera ser honrado, el que mantiene su palabra ¿es tonto?.
Creo que en todos los aspectos de la vida, de las relacione sociales, de las puramente personales, y no digamos, de las más íntimas familiares, necesitamos un mínimo de confianza. Admitir que la palabra que te están dando, en las diversas circunstancias en las que nos movemos, es decir, en la vida social y familiar, no significa nada, ni te la tienes que tomar en serio, es admitir la soledad y la indefensión.

EL PAISAJE QUE VEMOS
En nuestra Revista “Diálogo” tenemos la pretensión de presentar, o comentar con los padres, las inquietudes del mundo que rodea a los hijos y que influyen poderosamente en su educación, pero, también la ilusión de ofrecer esperanzas. La realidad inquietante, en el terreno de la “palabra sin valor” es, que la ventana a la que nos asomamos, nos muestra un paisaje aparentemente desalentador. Y la susodicha ventana, no es sólo la tele, a la que se le achacan todos los males, sino los otros medios y la calle, que ya no sabe uno, si la calle aprende de lo que lee, o los que escriben describen lo que ven. Como decía aquel verso : “triste cosa será, pero posible”, cualquiera de las dos.

No es raro encontrarnos con personas, consideradas como inteligentes, que afirman: “yo no leo nada más que tal periódico”. Siempre me ha parecido peligroso. Primero, porque fiarte de lo que dice, de lo que transmite la prensa, (o las “teles”, o las “radios”) que se decantan por unas ideas sociales, políticas o religiosas, de una forma cada vez más radical, me parece de una “pobreza pasional” notable. Segundo, porque todos tenemos que hacer, si queremos ser ecuánimes, un examen de motivos: leo tal o cual prensa, oigo tal radio, veo tal tele, porque espero leer, oír o ver lo que pienso, lo que me interesa.

Si son unas minorías los que se hacen representantes de una sociedad “sin palabra”, la cosa tiene solución. La mayoría de los españoles lee poco, según encuestas. Nos queda, entonces, la familia donde los hijos pueden ser educados en la fidelidad a lo prometido, en la responsabilidad ante las promesas. Pero, si lo que se refleja en los medios, es lo que vive “ya” nuestra sociedad, “apaga y vámonos”. Se resiste uno a creer que ser fiel, en cualquier sentido, aparezca como un valor “trasnochado” y que lo contrario sea “moderno”. Estos criterios, que se lanzan sin el menor sentido de la responsabilidad, con burlas sarcásticas de los principios morales y religiosos, sí que pueden llevarnos a una sociedad donde sea difícil vivir, donde se implante la ley de la selva y a la que, luego, se quiera controlar con cargas policiales.

En las promesas de los políticos ¿quién confía? “Si me votáis, os doy mi palabra…”. Parece que se juega con la ilusión de las gentes, que están esperando que se cumplan esas promesas, y la prueba es que les votan, cuando llega el momento. Luego, el día del recuento, la noche de las elecciones, todos ganan y el pueblo se pregunta asombrado o “mosca” ¿cómo es posible, si unos prometieron una cosa y otros lo contrario?. Lo malo de estas situaciones es aquello de “siempre ha sido así” y se sospecha uno, que “seguirá siendo”. Pasan los meses, se olvidan las elecciones, se olvidan las promesas, porque no se podían cumplir… y lo sabían, o porque eran un simple trampolín para llegar al poder. No sé si será casualidad, pero hay muchos políticos que no juran, prometen.

LISTILLOS AL PODER
Nuestros tiempos exaltan la figura del listo o listillo. Los hombres y mujeres de palabra no llenan los espacios del corazón que tanta gente ve. Los niños, los jóvenes, se quedan embobados con los personajes que se insultan delante de todos, que hablan sin pudor de sus infidelidades. Se venden separaciones, líos de todo tipo. La tele, como se ha repetido tantísimas veces, es una maestra que da clases en el salón de la casa o en la propia habitación (cada vez hay más teles en los cuartos). En el salón se puede controlar lo que reciben los niños, pero en su habitación ¿quién elige?
EN SEÑAL DE FIDELIDAD..
No sé hasta qué punto los jóvenes que podrían casarse ya, (puede que lleven tiempo viviendo juntos) no tienen entre sus dificultades (además de la casa, trabajo) la inseguridad de un posible fracaso. La fórmula del matrimonio: “recibe esta alianza en señal de mi amor y de que siempre te seré fiel” suena, en algunos casos, como un atrevimiento con tintes de piadosa mentira, o, en el mejor de los casos, como un buen deseo…”lo voy a intentar”. Si se ha celebrado el sacramento del matrimonio, tal vez una de las lecturas ha terminado con aquél: “el amor no pasa nunca”. Palabra de Dios.

Se dice, que en este último siglo ha habido una “aceleración de la historia”, es decir, que los modos de vivir, de pensar, han cambiado más que en todos los anteriores. (Los renacentistas podían haber pensado algo por el estilo). La exaltación del individuo, de la propia dignidad o supervaloración del yo, han llevado, también, a una aceleración del egoísmo frente a la aceptación del prójimo. Éste puede ser, si se deja, un escalón para que yo suba. Por tanto, si me conviene, lo engaño.

JUICIO A LOS PADRES
Educar en la responsabilidad, en la fidelidad a la palabra dada, en un mundo con el pie cambiado, supone, en principio, creer en lo que se va a decir y ser consecuente con lo que se dice. Para enseñar a mantener la palabra, a ser fieles y que esa fidelidad llegue a los momentos posteriores de la vida, dígase negocios, matrimonio, hay que ser conscientes de que exige una forma de vida donde no aparezca la mentira, las componendas. Un hijo sabe si le perdonan el castigo por él o por interés de los padres.
A los jóvenes no les gustan las dictaduras familiares, pero tampoco les gusta la confusión de ideas. Ahora me dices esto y mañana lo otro. A un marino le gusta el mar, pero añora la tierra firme. A un joven le gusta saltarse las normas, ser libre (a su manera), moverse de un lado a otro, pero también añora otro tipo de “tierra firme” como son los criterios que a lo mejor discute, pero que ve reflejados en aquellos que se preocupan de él, que lo cuidan. Cierto es que podría aplicarse, en algunos casos, lo que Cristo dijo de los fariseos: “haced lo que os digan, pero no hagáis conforme a sus obras”. Hay jóvenes que se sienten huérfanos, teniendo padre y madre, porque estos no les dan nada más que dinero y caprichos.
No se me olvida una “Convivencia” en la que salió, como de costumbre, el tema eterno de las relaciones con los padres. Como suele ocurrir, la queja de fondo era lo pesado que son… lo que se meten en nuestra vida, no nos comprenden, etc. Uno, en particular fue bastante duro en sus juicios. Otro, que había permanecido en silencio, dijo escuetamente: “ojala mis padres se preocupen de mi como los vuestros”. Y se hizo un silencio. Cuando se dan los cortes generacionales, sea por abandono, sea por incapacidad de los padres, los hijos suelen buscarse un amigo, un profesor o un grupo de amigotes que les hagan de padres. Con suerte, quizás mejoren lo que tenían.

¿ACERTAMOS ?
Algunos padres, preocupados seriamente por la formación de los hijos, dudan si están acertando o no en lo que exigen. No sé si explico bien lo que pretendo decir: un ser humano, en este caso, un hijo se realiza mejor como persona, cuanto más fiel es a las raíces de todo ser humano. Si le enseñamos los valores profundos que la humanidad ha admirado a través de los siglos, me atrevo a asegurar, que no nos equivocamos: honradez, responsabilidad, trabajo, solidaridad, fortaleza de ánimo. Decía Aristóteles que el consentimiento universal de las gentes ha de tomarse como ley de la naturaleza. Los valores citados son los componentes básicos para la vida en común. Si lo queremos mejorar, pongamos sentido del humor y si queremos perfeccionarlo, desde lo más profundo, tendríamos que añadir a la vida el sentido de las palabras de Jesucristo: “no he venido a abolir vuestras normas (la ley), sino a perfeccionarlas”. Una visión cristiana del mundo que nos rodea, o dicho de otra manera, presentarles el proyecto de vida que Jesús propone como solución a los problemas con que nuestra sociedad y ellos mismo se enfrentan.

En los antiguos catecismo, a propósito del juramento, se aconsejaba: “decid sí, sí, ó, no, no, como Cristo nos enseña”. Ir con la verdad por delante, en nuestros tiempos, más de uno dirá que es hasta peligroso. Por desgracia, lo malo reluce más que lo bueno. Tiene un color más chillón y como se dice ahora, da el “cante, tela”. Pero hay que tener una mirada más optimista, porque enseñar a mantener la palabra, desde pequeños, lleva implícito un aprendizaje, una reflexión para nosotros los mayores. Un profesor, que no cumple lo prometido, se desprestigia ante sus alumnos y crea un clima de desconfianza. Los alumnos protestan por la firmeza, como decíamos antes, pero se burlan de la debilidad. Tengo que saberlo. Los hijos se quejan de las exigencias paternas, pero más adelante los pondrán como modelos. Tengo que recordarlo. Como escribió un pensador: a los hijos se les está gestando continuamente…


Fernando Marrero S.I.

Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación

La Iglesia de los jóvenes y la de los mayores

LA IGLESIA DE LOS JÓVENES Y LA IGLESIA DE LOS MAYORES


INTRODUCCIÓN

Al iniciar este artículo quiero aclarar que no es mi intención hacer una crítica de la situación que presento y, mucho menos, echarle la culpa a nadie. Solo pretendo someter a “diálogo”, a examen familiar, pues a ella dirigimos nuestra y vuestra revista, unos hechos que están ahí, ante nuestros ojos y que necesitan una reflexión en familia.

JÓVENES:

Si preguntas, a bote pronto, a un grupo de jóvenes qué es la Iglesia, te dirán que es el templo, la casa de Dios, donde van a rezar los creyentes… Una minoría te dirá que la Iglesia somos todos los bautizados. Entre los jóvenes, podemos incluir, a muchos ya “salidos de mochachos”, que diría S. Ignacio.

Para los jóvenes comprometidos, cercanos a movimientos eclesiales, parroquiales, que forman la minoría, la definición de Iglesia abarca otros muchos aspectos y con respectos a ellos mismos, se consideran miembros activos de la Iglesia y piensan seguir siendo en el futuro, a pesar de que muchos de ellos se avergüenzan ante sus amigos no practicantes y tienen poca simpatía por su “Iglesia”. Aman al pueblo de Dios, pero critican fuertemente la estructura rígida y jerarquizada que descubren en la Iglesia. Prefieren apuntarse a los “campos de trabajo”, hacer algo por los demás, más que hacer “número” en los actos de culto tradicionales.

Este alejamiento se reafirma, cuando se les pregunta sobre cuestiones morales referentes al matrimonio, igualdad de sexos, sexualidad, aborto, la pena de muerte, la eutanasia….Los jóvenes están, mayoritariamente, en contra de la postura oficial de la Iglesia. No se sienten identificados con la institución. Consideran que hay falta de diálogo, porque no se cuenta con ellos. No pueden sintonizar con una institución portadora de una cultura tradicional, que no está capacitada, o le cuesta un mundo, entenderse con la juventud. Los mayores, creo, haríamos muy bien en escuchar a los jóvenes, que son, por edad, más cercanos a los niños que los adultos y van a formar la Iglesia del futuro. Digan lo que digan, correcto o incorrecto, tenemos que escuchar.

A los que no tienen inquietudes religiosas, ni conocimientos, ni formación en la fe, mejor es no preguntarles qué piensan de la Iglesia. No tendrán ni idea, o te dirán el último disparate, la última crítica, especialmente a la jerarquía, que han escuchado en la Tele o le ha dicho un compañero de los que se autodenominan “progres”.

Dentro de la Iglesia católica hay mucho bueno. Personas entregadas a los demás en nombre de Jesucristo. Desde nuestra Iglesia se da sentido a la vida y trascendencia a lo humano. En pocas épocas de la historia ha gozado de mejor salud que ahora. La Iglesia Católica, en su conjunto, ha dejado a un lado las ataduras políticas. Está dispuesta y, lo ha hecho, a pedir perdón, a tomar conciencia de sí misma. Se está liberando de culturas pasadas e iniciando un pluralismo teológico y religioso.

Lo mejor de la Iglesia está, quizás, en los grupos sociales que pertenecen a ella. La familia cristiana ahora va mejor que nunca, porque hay más libertad, más comunicación y se tiene más en cuenta a los hijos. Hay más amor y menos autoritarismo. Los hijos temen menos y quieren más a sus padres, se sienten más cercanos.

La familia puede ser un ejemplo esperanzador del cambio de las instituciones, ya que, frente a una identidad inmovilista, nos ofrece un modelo de institución que sabe cambiar con los tiempos y permanecer en lo sustancial. Los abuelos y miembros mayores que viven en la familia, en la medida que están abiertos a Dios, son testigos extraordinarios para el anuncio del mensaje y un aporte muy valioso, para que cada familia sea comunidad que vive la comunión entre sus miembros y con Dios. Sin embargo, hay que reconocer que, a niveles más generales, estamos asistiendo a un cambio profundo, de desorientación en la relación interpersonal de los esposos y de los padres con los hijos. Falta capacidad, en el sentido amplio de la palabra, para comprender los valores que hay que transmitir hoy y cómo hacerlo. Todo esto provoca desesperanza en el seno familiar y con frecuencia, abandono de la misión educativa.

Los jóvenes se plantean cuestiones vitales como el sentido de la existencia, el mal, el dolor, pero no buscan estas respuestas, ni comentan sus inquietudes con la jerarquía eclesiástica, sino con sus amigos y sus padres. Pues dicen, que lo que les ayuda más en su vida es la amistad, el amor sincero y poder conversar largamente con alguien.
MAYORES

A pesar del espíritu renovador, que ciertamente late en la Iglesia, se quiera o no, muchos católicos de hoy son más conscientes de las deficiencias de la Iglesia y sufren las incongruencias de su vida institucional.

La estructura burocrática y pastoral de la Iglesia está en manos de una población envejecida que parece mirar de lejos a los jóvenes. Los mayores –dicen- somos exponentes de una cultura que está terminando o que ya ha terminado. Para favorecer el encuentro con los jóvenes, hemos de dialogar en la cultura nueva emergente. Un hermoso retablo barroco, posiblemente nos le diga nada, incluso les repela. ¡Qué incultos! puede que diga alguno…Prefieren sentarse en el campo, en el suelo, para vivir, a su estilo, la eucaristía. Ven, así, más cercano a Dios.

Para el servicio que nos corresponde realizar, hemos de escuchar a los jóvenes. Es decir, tenemos que aprender. Procuremos de ser expertos en escuchar y aprender en todo momento. Y esto será parte del testimonio que debemos de entregar. Si no escuchamos ¿qué consejos útiles, actuales, podemos dar? Recuerdo las palabras del P. Arrupe: “me asusta que demos respuestas de ayer a los problemas de mañana”.

PROBLEMAS ACTUALES DE LA IGLESIA

La Iglesia católica es una obra de Dios. Sin embargo, a su timón hay hombres y, como consecuencia de los problemas humanos, se produce una desconexión de las instituciones eclesiales con la sociedad a la que sirven. A pesar del Espíritu, puede tener la tentación de caer en el mal de la patología social de otras instituciones: el servicio que motivó su existencia se vuelve secundario. La institución llega a considerar a las personas que vino a servir como subordinadas a ella. Todo lo que amenace esa posición superior es considerado como falso y puede tener la tentación de usar la fuerza. La novedad entraña peligro y se mira con recelo a las personas con ideas. Toda afirmación vital no rigurosamente conforme con lo establecido se considera subversiva.

Católicos hay millones. Muchos lo son de pensamiento y otros, además, de obra, pero la Iglesia debe encarar el nuevo milenio abriéndose aún más a la sociedad a la que sirve. Hay que salir a dar fe del evangelio a la calle, a la “vida”. Conocer sus problemas reales y ser un firme apoyo para los católicos, los cuales se plantean muchas dudas que no pueden ser solucionadas echando mano de tradiciones de hace siglos, tradiciones venerables, sin duda, pero fuera de lugar en nuestra época. Una época que avanza no siglo a siglo, sino día a día, ofreciendo nuevos retos ante los que es necesario establecer una unidad de acción eclesial. En este terreno los laicos se sienten, cada vez más, parte fundamental de una Iglesia, que debe escucharlos más y mejor, ya que su integración a la misma, la enriquece. Cuando digo, los laicos, digo especialmente la familia, no sólo a aquellos laicos escogidos, formados, que ya se hacen oír en el seno de la Iglesia.

AIRES NUEVOS

El descenso de vocaciones ha sido espectacular en las órdenes religiosas y mayoría de seminarios. Es necesario volver a ilusionar a la juventud con un proyecto de futuro, basado en el evangelio y no en la burocracia. El papel de la mujer en la Iglesia es fundamental, pero la eterna y bizantina discusión sobre la aceptación del sacerdocio femenino ha ido relegando este papel. Mientras no se disponga otra cosa, la Iglesia debe desarrollar, en todo lo posible, el papel de las mujeres como parte integrante del pueblo de Dios. La imagen de las monjitas encerradas en sus conventos no es la imagen de la mujer católica del siglo XXI. Fue un y sigue siendo un hermoso ideal para unas almas escogidas.

VISIÓN POSITIVA

La Iglesia, debe aparecer ante el mundo como servicio gratuito de todos para todos. Recordando el evangelio de Mateo, 9,36- 10,8 en el que se nos narra cómo Jesús ve la necesidad de elegir sus doce apóstoles para la extensión de su evangelio y les manda a predicar el reino, cuidar enfermos y librar a la gente de los poderes del demonio, les dice, como conclusión: gratis lo recibisteis, dadlo gratis. Aquél día Jesús inauguró la futura estructura jerárquica de su Iglesia. Una jerarquía, un grupo, que se entrega gratuitamente al bien de los demás.

Actualmente vivimos en clima de democracia e igualdad entre los hombres. Si alguien debe ejercer una autoridad, debe hacerlo, pensamos, en nuestro nombre, en cuanto que nosotros mismos, con las elecciones, le hemos conferido el mandato. No hay duda de que la Iglesia pueda y deba ser más democrática, esto es, que los laicos deban tener más voz en la elección de los pastores y en el modo que ejercen su función. Pero no podemos reducir, en todo, a la Iglesia a una sociedad regida democráticamente. Ella no viene “decidida” desde abajo; no es algo que los hombres ponen en pie por iniciativa propia. La Iglesia es institución de Cristo. Su autoridad no viene del consenso de los hombres. Es don de lo alto. Por ello, incluso en la forma más democrática que podamos desear para la Iglesia, permanecerá siempre la autoridad y el servicio apostólico, que no es, o no debería ser jamás, superioridad, sino servicio gratuito. Dar la vida por el rebaño, como dice Jesús, hablando del buen Pastor.

Las causas que alejan a jóvenes y no tan jóvenes de la Iglesia institucional son, en la mayoría de las ocasiones, los defectos, las incoherencias y los errores de los líderes. A veces, la jerarquía aparece enfrentada a la sociedad, en desencuentro. Otras veces, moviéndose por motivos políticos o económicos, en lugar de criterios religiosos, o evangélicos. Por ser casos puntuales, omito otros escándalos que repercuten dolorosamente sobre la fe de los creyentes.

Los ministros de la Iglesia son elegidos entre los hombres y están sujetos a las tentaciones y a las debilidades de todos. Jesús no intentó fundar una sociedad de perfectos. Según el escritor escocés Bruce Marshall, el Hijo de Dios vino a este mundo y como hijo de buen carpintero, recogió los pedacitos de tabla más descoyuntados y nudosos que encontró y con ellos construyó una barca – la Iglesia- que, a pesar de todo, resiste el mar desde hace 2000 años.

Hay una ventaja para los ministros revestidos de debilidad: están más preparados para compadecer a los demás, para no sorprenderse de ningún pecado ni miseria, para ser, en resumen, misericordiosos. A lo mejor, precisamente, por eso Jesús, puso al frente de los apóstoles a Simón Pedro, que le había negado tres veces, para que aprendiera a perdonar, 70 veces 7.

Los jóvenes suelen ser duros en su juicios para con los demás. Debemos hacerles comprender que ellos- como todo ser humano- están llenos de debilidades. No se puede mirar la mota en el ojo ajeno.

Quiero terminar con el llamamiento del Papa Benedicto XVI a los participantes en el Congreso: “La alegría de la fe y la educación de las nuevas generaciones”. Debemos presentar la Iglesia a los jóvenes “como amiga y no como obstáculo”. Es necesario que las nuevas generaciones la experimenten “como una compañía de amigos de la que se pueden fiar realmente, cercana en todos los momentos y circunstancias de la vida…”.

A veces, tiene uno la sensación de que está partida en dos. La Iglesia de los mayores, de la jerarquía y la Iglesia de los jóvenes, que se agrupan como ovejas sin pastor, buscando comida por su cuenta, sintiéndose más cercanos al monitor que al cura.. La Iglesia no debe aparecer como un No a todo, sino como un Sí a Cristo, al amor y a la vida. Las dos palabras que utiliza el Papa, “obstáculo y cercanía”, confirman la inquietud de fondo. La Iglesia quiere estar cercana a la juventud, de ahí la preocupación de los últimos Papas.

Fernando Marrero S.J.

Licenciado en Filosofía y Pedagogía

¿