viernes, 2 de mayo de 2008

La Iglesia de los jóvenes y la de los mayores

LA IGLESIA DE LOS JÓVENES Y LA IGLESIA DE LOS MAYORES


INTRODUCCIÓN

Al iniciar este artículo quiero aclarar que no es mi intención hacer una crítica de la situación que presento y, mucho menos, echarle la culpa a nadie. Solo pretendo someter a “diálogo”, a examen familiar, pues a ella dirigimos nuestra y vuestra revista, unos hechos que están ahí, ante nuestros ojos y que necesitan una reflexión en familia.

JÓVENES:

Si preguntas, a bote pronto, a un grupo de jóvenes qué es la Iglesia, te dirán que es el templo, la casa de Dios, donde van a rezar los creyentes… Una minoría te dirá que la Iglesia somos todos los bautizados. Entre los jóvenes, podemos incluir, a muchos ya “salidos de mochachos”, que diría S. Ignacio.

Para los jóvenes comprometidos, cercanos a movimientos eclesiales, parroquiales, que forman la minoría, la definición de Iglesia abarca otros muchos aspectos y con respectos a ellos mismos, se consideran miembros activos de la Iglesia y piensan seguir siendo en el futuro, a pesar de que muchos de ellos se avergüenzan ante sus amigos no practicantes y tienen poca simpatía por su “Iglesia”. Aman al pueblo de Dios, pero critican fuertemente la estructura rígida y jerarquizada que descubren en la Iglesia. Prefieren apuntarse a los “campos de trabajo”, hacer algo por los demás, más que hacer “número” en los actos de culto tradicionales.

Este alejamiento se reafirma, cuando se les pregunta sobre cuestiones morales referentes al matrimonio, igualdad de sexos, sexualidad, aborto, la pena de muerte, la eutanasia….Los jóvenes están, mayoritariamente, en contra de la postura oficial de la Iglesia. No se sienten identificados con la institución. Consideran que hay falta de diálogo, porque no se cuenta con ellos. No pueden sintonizar con una institución portadora de una cultura tradicional, que no está capacitada, o le cuesta un mundo, entenderse con la juventud. Los mayores, creo, haríamos muy bien en escuchar a los jóvenes, que son, por edad, más cercanos a los niños que los adultos y van a formar la Iglesia del futuro. Digan lo que digan, correcto o incorrecto, tenemos que escuchar.

A los que no tienen inquietudes religiosas, ni conocimientos, ni formación en la fe, mejor es no preguntarles qué piensan de la Iglesia. No tendrán ni idea, o te dirán el último disparate, la última crítica, especialmente a la jerarquía, que han escuchado en la Tele o le ha dicho un compañero de los que se autodenominan “progres”.

Dentro de la Iglesia católica hay mucho bueno. Personas entregadas a los demás en nombre de Jesucristo. Desde nuestra Iglesia se da sentido a la vida y trascendencia a lo humano. En pocas épocas de la historia ha gozado de mejor salud que ahora. La Iglesia Católica, en su conjunto, ha dejado a un lado las ataduras políticas. Está dispuesta y, lo ha hecho, a pedir perdón, a tomar conciencia de sí misma. Se está liberando de culturas pasadas e iniciando un pluralismo teológico y religioso.

Lo mejor de la Iglesia está, quizás, en los grupos sociales que pertenecen a ella. La familia cristiana ahora va mejor que nunca, porque hay más libertad, más comunicación y se tiene más en cuenta a los hijos. Hay más amor y menos autoritarismo. Los hijos temen menos y quieren más a sus padres, se sienten más cercanos.

La familia puede ser un ejemplo esperanzador del cambio de las instituciones, ya que, frente a una identidad inmovilista, nos ofrece un modelo de institución que sabe cambiar con los tiempos y permanecer en lo sustancial. Los abuelos y miembros mayores que viven en la familia, en la medida que están abiertos a Dios, son testigos extraordinarios para el anuncio del mensaje y un aporte muy valioso, para que cada familia sea comunidad que vive la comunión entre sus miembros y con Dios. Sin embargo, hay que reconocer que, a niveles más generales, estamos asistiendo a un cambio profundo, de desorientación en la relación interpersonal de los esposos y de los padres con los hijos. Falta capacidad, en el sentido amplio de la palabra, para comprender los valores que hay que transmitir hoy y cómo hacerlo. Todo esto provoca desesperanza en el seno familiar y con frecuencia, abandono de la misión educativa.

Los jóvenes se plantean cuestiones vitales como el sentido de la existencia, el mal, el dolor, pero no buscan estas respuestas, ni comentan sus inquietudes con la jerarquía eclesiástica, sino con sus amigos y sus padres. Pues dicen, que lo que les ayuda más en su vida es la amistad, el amor sincero y poder conversar largamente con alguien.
MAYORES

A pesar del espíritu renovador, que ciertamente late en la Iglesia, se quiera o no, muchos católicos de hoy son más conscientes de las deficiencias de la Iglesia y sufren las incongruencias de su vida institucional.

La estructura burocrática y pastoral de la Iglesia está en manos de una población envejecida que parece mirar de lejos a los jóvenes. Los mayores –dicen- somos exponentes de una cultura que está terminando o que ya ha terminado. Para favorecer el encuentro con los jóvenes, hemos de dialogar en la cultura nueva emergente. Un hermoso retablo barroco, posiblemente nos le diga nada, incluso les repela. ¡Qué incultos! puede que diga alguno…Prefieren sentarse en el campo, en el suelo, para vivir, a su estilo, la eucaristía. Ven, así, más cercano a Dios.

Para el servicio que nos corresponde realizar, hemos de escuchar a los jóvenes. Es decir, tenemos que aprender. Procuremos de ser expertos en escuchar y aprender en todo momento. Y esto será parte del testimonio que debemos de entregar. Si no escuchamos ¿qué consejos útiles, actuales, podemos dar? Recuerdo las palabras del P. Arrupe: “me asusta que demos respuestas de ayer a los problemas de mañana”.

PROBLEMAS ACTUALES DE LA IGLESIA

La Iglesia católica es una obra de Dios. Sin embargo, a su timón hay hombres y, como consecuencia de los problemas humanos, se produce una desconexión de las instituciones eclesiales con la sociedad a la que sirven. A pesar del Espíritu, puede tener la tentación de caer en el mal de la patología social de otras instituciones: el servicio que motivó su existencia se vuelve secundario. La institución llega a considerar a las personas que vino a servir como subordinadas a ella. Todo lo que amenace esa posición superior es considerado como falso y puede tener la tentación de usar la fuerza. La novedad entraña peligro y se mira con recelo a las personas con ideas. Toda afirmación vital no rigurosamente conforme con lo establecido se considera subversiva.

Católicos hay millones. Muchos lo son de pensamiento y otros, además, de obra, pero la Iglesia debe encarar el nuevo milenio abriéndose aún más a la sociedad a la que sirve. Hay que salir a dar fe del evangelio a la calle, a la “vida”. Conocer sus problemas reales y ser un firme apoyo para los católicos, los cuales se plantean muchas dudas que no pueden ser solucionadas echando mano de tradiciones de hace siglos, tradiciones venerables, sin duda, pero fuera de lugar en nuestra época. Una época que avanza no siglo a siglo, sino día a día, ofreciendo nuevos retos ante los que es necesario establecer una unidad de acción eclesial. En este terreno los laicos se sienten, cada vez más, parte fundamental de una Iglesia, que debe escucharlos más y mejor, ya que su integración a la misma, la enriquece. Cuando digo, los laicos, digo especialmente la familia, no sólo a aquellos laicos escogidos, formados, que ya se hacen oír en el seno de la Iglesia.

AIRES NUEVOS

El descenso de vocaciones ha sido espectacular en las órdenes religiosas y mayoría de seminarios. Es necesario volver a ilusionar a la juventud con un proyecto de futuro, basado en el evangelio y no en la burocracia. El papel de la mujer en la Iglesia es fundamental, pero la eterna y bizantina discusión sobre la aceptación del sacerdocio femenino ha ido relegando este papel. Mientras no se disponga otra cosa, la Iglesia debe desarrollar, en todo lo posible, el papel de las mujeres como parte integrante del pueblo de Dios. La imagen de las monjitas encerradas en sus conventos no es la imagen de la mujer católica del siglo XXI. Fue un y sigue siendo un hermoso ideal para unas almas escogidas.

VISIÓN POSITIVA

La Iglesia, debe aparecer ante el mundo como servicio gratuito de todos para todos. Recordando el evangelio de Mateo, 9,36- 10,8 en el que se nos narra cómo Jesús ve la necesidad de elegir sus doce apóstoles para la extensión de su evangelio y les manda a predicar el reino, cuidar enfermos y librar a la gente de los poderes del demonio, les dice, como conclusión: gratis lo recibisteis, dadlo gratis. Aquél día Jesús inauguró la futura estructura jerárquica de su Iglesia. Una jerarquía, un grupo, que se entrega gratuitamente al bien de los demás.

Actualmente vivimos en clima de democracia e igualdad entre los hombres. Si alguien debe ejercer una autoridad, debe hacerlo, pensamos, en nuestro nombre, en cuanto que nosotros mismos, con las elecciones, le hemos conferido el mandato. No hay duda de que la Iglesia pueda y deba ser más democrática, esto es, que los laicos deban tener más voz en la elección de los pastores y en el modo que ejercen su función. Pero no podemos reducir, en todo, a la Iglesia a una sociedad regida democráticamente. Ella no viene “decidida” desde abajo; no es algo que los hombres ponen en pie por iniciativa propia. La Iglesia es institución de Cristo. Su autoridad no viene del consenso de los hombres. Es don de lo alto. Por ello, incluso en la forma más democrática que podamos desear para la Iglesia, permanecerá siempre la autoridad y el servicio apostólico, que no es, o no debería ser jamás, superioridad, sino servicio gratuito. Dar la vida por el rebaño, como dice Jesús, hablando del buen Pastor.

Las causas que alejan a jóvenes y no tan jóvenes de la Iglesia institucional son, en la mayoría de las ocasiones, los defectos, las incoherencias y los errores de los líderes. A veces, la jerarquía aparece enfrentada a la sociedad, en desencuentro. Otras veces, moviéndose por motivos políticos o económicos, en lugar de criterios religiosos, o evangélicos. Por ser casos puntuales, omito otros escándalos que repercuten dolorosamente sobre la fe de los creyentes.

Los ministros de la Iglesia son elegidos entre los hombres y están sujetos a las tentaciones y a las debilidades de todos. Jesús no intentó fundar una sociedad de perfectos. Según el escritor escocés Bruce Marshall, el Hijo de Dios vino a este mundo y como hijo de buen carpintero, recogió los pedacitos de tabla más descoyuntados y nudosos que encontró y con ellos construyó una barca – la Iglesia- que, a pesar de todo, resiste el mar desde hace 2000 años.

Hay una ventaja para los ministros revestidos de debilidad: están más preparados para compadecer a los demás, para no sorprenderse de ningún pecado ni miseria, para ser, en resumen, misericordiosos. A lo mejor, precisamente, por eso Jesús, puso al frente de los apóstoles a Simón Pedro, que le había negado tres veces, para que aprendiera a perdonar, 70 veces 7.

Los jóvenes suelen ser duros en su juicios para con los demás. Debemos hacerles comprender que ellos- como todo ser humano- están llenos de debilidades. No se puede mirar la mota en el ojo ajeno.

Quiero terminar con el llamamiento del Papa Benedicto XVI a los participantes en el Congreso: “La alegría de la fe y la educación de las nuevas generaciones”. Debemos presentar la Iglesia a los jóvenes “como amiga y no como obstáculo”. Es necesario que las nuevas generaciones la experimenten “como una compañía de amigos de la que se pueden fiar realmente, cercana en todos los momentos y circunstancias de la vida…”.

A veces, tiene uno la sensación de que está partida en dos. La Iglesia de los mayores, de la jerarquía y la Iglesia de los jóvenes, que se agrupan como ovejas sin pastor, buscando comida por su cuenta, sintiéndose más cercanos al monitor que al cura.. La Iglesia no debe aparecer como un No a todo, sino como un Sí a Cristo, al amor y a la vida. Las dos palabras que utiliza el Papa, “obstáculo y cercanía”, confirman la inquietud de fondo. La Iglesia quiere estar cercana a la juventud, de ahí la preocupación de los últimos Papas.

Fernando Marrero S.J.

Licenciado en Filosofía y Pedagogía

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